De puntillas, en formato EP, con un título juguetón y desenfadado (“jardín de marihuana”), nos encontramos con un Sam Beam por el que no parece haber pasado el tiempo. Es casi como si todo el afán experimental y las complejas orquestaciones que caracterizaron sus trabajos desde The Shepherd´s Dog (2007) nunca hubiesen tenido lugar y nos situásemos en los sencillos tiempos de The Creek Drank The Cradle (2002), cuando la voz susurrante de Beam nos llegaba con el mínimo de ornamentación y cuando todavía era atípico encontrarse con un cantautor sensible de barba poblada.
Por supuesto, esa sensación es reconfortante pero engañosa. Primero, porque ya su último disco de larga duración (Beast Epic, 2017) apuntaba hacia esa vuelta a los orígenes (es más, las seis canciones de este EP provienen de las mismas sesiones de grabación); y segundo, porque una escucha atenta nos desvela que, aunque no se traten de arreglos que salten a arañar las orejas del oyente ni que llamen la atención sobre sí mismos, Beam está muy bien acompañado y con una sofisticación bien asimilada que sólo puede ser consecuencia de la experiencia adquirida en el devenir de los últimos años (tómense como ejemplo los evocadores arreglos de cuerda de Milkweed).
El caso es que se me antoja imposible que Weed Garden decepcione a nadie que en algún momento haya disfrutado de cualquiera de las etapas de Iron & Wine. Y para los muy fans hay una joya especial: la versión en estudio de Waves of Galveston; una pieza que lleva unos añitos luciendo en los repertorios en directo del artista y que aquí se presenta como el clásico que siempre apuntó a ser.
Sergio Miro en Indienauta